22/9/08

A heart that grows

Nunca me había encontrado con un ser como él. Su piel centelleaba bajo los rayos que projectaba la luna que hacia poco había empezado a menguar, parecía absorber por entero la luz dejando a oscuras el resto del callejón al cual habiamos ido a parar tras la persecución. Sus ojos eran negros cual la noche, sin un destello que les diera vida. Su cabello, que caía frente a sus ojos dejandolos aun mas en sombra, me parecia una cascada de negrura. Sus labios por el contrario y destacando en el centro de su cara, era rojos rubí, brillantes y jugosos.
Mientras detenia mi atención en cada uno de sus rasgos me agarró por los brazos y sentí que podría destrozarme los huesos y convertirlos en astillas como una rama delgada y debil de un arbol. Mi cuerpo se puso rigido y no podía respirar mientras veía la sonrisa macabra que mostraba los dientes de aquel que estaba frente a mí, mostrandome su superioridad, su fuerza, su orgullo, y toda la arrogancia que un Ser podía destilar.
Por un momento no pude ser capaz de dominar mi propio cuerpo,pues había caido en el hechizo de su frialdad, su mirada y su deliciosa boca.
Se acercó lentamente a mi, olisqueó mi cabello, mi cuello. Con el roce de la punta de su nariz bajo mi barbilla, hizo que levantara la cabeza y posó sus labios sobre mi garganta y la lamió, pude escuchar su rugido escapando de la garganta de placer mientras saboreaba mi piel. Con la caricia de sus labios trazó un camino que le condujo a los mios y mordió mi labio inferior mientras tiraba de él. Uno de sus colmillos se clavó en la tierna carne y más que un dolor punzante, sentí un sofoco que encogia mi estomago y la mente se nublaba. Fue en ese momento cuando aflojó el lazo que me ataba a él, y saboreó el sabor de mi sangre, robandome un beso y haciendo que compartiera y probara la esencia de mi propio fluido.
Era el mayor extasis que había sentido en mi corta existencia, pero duraría poco, o esa era mi intención.
Cuando al fin sus manos rodearon mi cuerpo y lo estrecharon contra su propio cuerpo, pude mover mis manos libremente. Toqué uno de mis bolsillos traseros, y noté el bulto de una de mis armas. La agarré fuerte con mi mano derecha y sin separar mis labios de los de él, tomé impulso y lo clave en su omoplato izquierdo, hundiendolo hasta practicamente quedarme sin un trozo de la madera para poder sostenerlo.
El ni se inmutó, simplemente me separo de él, volviendo a inmovilizarme los brazos, me miró a los ojos y me volvió a sonreir con aun parte de mi propia sangre en sus blancos colmillos. Se pasó la lengua por los restos y entonces escuche su voz. Seductora y cruel.

- Niña ingenua, eso es lo que eres. Como han podido mandar a una principiante a por mi. - Seguía con sus ojos fijos en los mios, y el humor llegó a ellos. - Aun no sabes que ese metodo solo es eficaz con los vampiros enamorados. Yo no tengo corazón, porque no amo a nadie, así que es imposible para mi poder caer de esa forma.

Me empujó contra la pared, y sostubo mis manos entre una de las suyas y las coloco por encima de mi cabeza mientras con la otra se la ponía sobre el pecho e introducía sus propios dedos entre su piel y musculos, introdujo casí toda la mano llenandola de la sagre mas roja que jamás habia visto. Su cara se contrajo por un segundo, mientras los musculos de su brazo derecho se tensaban. Con un estirón seco y con toda la superficie de su mano llena de esa sangre liquida roja intenso, sacó por la parte de delante de su pecho la estaca con la que yo había intentado matarle, la sostubo mirandola fijamente intercalando su vista fijandose con la de mi rostro.

- Estupida cria - dijo mientras tiraba lejos de si la estaca - nunca saldras viva de esta, pero antes nos divertiremos, y no se por cuanto tiempo estaras retenida por mi, pero aré que mueras de la forma mas excitante que pueda imaginar. El beber sangre no es solo por alimantarse, tambien es por el afrodisiaco que ejerce en nosotros, ya que acelera nuestro propio riego sanguineo.

Mis ojos no se podían separar de su mano ensangrentada, con la que tocó mi cara manchandome por completo. Fue en ese momento, en el que tomó mi mandibula, y deje de tener conciencia de lo que pasaba, había hecho que diera un cabezazo a finde dejarme inconsciente.

24/8/08

Prefacio

La oscuridad reinaba en las calles, solo algunas farolas iluminaban las aceras vacías por los transeúntes que, como si presagiaran lo que se avecinaba, se escondían en sus casas asustados por la extraña niebla que comenzaba a gobernar aquel trozo de la ciudad. Las grandes fachadas de edificios altos creaban un ambiente más sombrío gracias a sus oscuras pinturas grises y negras pintadas con grafitis de jóvenes rebeldes que decoraban el material urbano con calaveras y demonios grotescos más reales de los que ellos querrían pensar.
En los huecos que los edificios dejaban entre ellos, si alzabas la mirada y la dirigías a donde terminaba su altura podías ver, si tenías una buena percepción de los rápidos movimientos, una sombra que danzaba con el aire, sin producir un solo sonido a pesar de que se deslizaba entre aquellos gigantes saltando y corriendo.
Su atuendo era el de un ladrón clásico. Su ropa era oscura, una larga gabardina que se abría a cada paso que daba contra el aire. Su cabello estaba cubierto por un gorro negro de lana, su rostro oculto tras un pañuelo que tapaba su boca, las manos cubiertas por guantes de piel negros como el resto de la indumentaria. Capaz de pasar inadvertido a ojos ajenos. Solo había una diferencia, lo que se ocultaba tras las intenciones de aquel que se escondía no era la de robar, sino la de asesinar de una manera tan maquiavélica que el terror en las calles se podía oler.
Aquel era un día de trabajo. Se dirigía entre aquel pequeño laberinto de calles a un pequeño apartamento alejado de la mente humana. Estaba situado en una callejuela apartada y maloliente, donde los vagabundos se reunían para darse calor unos a otros.
Amarró con sus manos, envueltas en sus guantes de cuero, la cuerda que tenía atada al cinturón. La aseguró a una escalera de metal que la azotea tenía en caso de emergencia. Tiró la cuerda por el borde del edificio y se deslizo hasta el suelo que había justo delante de la puerta de su victima.
Al llegar al suelo, se arrodillo frente a la puerta, sacó una ganzúa y abrió con un leve “clic” la cerradura que evitaba que cualquiera de aquellos despojos de la humanidad pasara a un calor más reconfortable.
Su victima le esperaba con los ojos abiertos, sentado en un sofá enmohecido y con un estampado de flores anticuado. En la habitación solo había una mesa redonda de madera podrida y ennegrecida, una alfombra apolillada y un montón de escombros y basura que le daba un aroma ha podrido a la estancia. Las manos de aquel hombre estaban unidas sobre su estomago entrecruzando sus dedos y sus pulgares daban vueltas el uno alrededor del otro. Estaba esperando su llegada.
- Ya era hora de que te dejaras ver, llevo esperando tres días en esta misma posición. – Se estaba mofando de su asesino- ¿Eres nuevo en el empleo?
- Me gusta hacerme de rogar. – La voz sonó distorsionada por algún aparato.
Mientras decía estas palabras se situó, antes de que su anfitrión pudiera pestañear, tras él. Con un movimiento veloz de su mano lo agarró del cuello mientras que la otra mano se dirigió a la navaja mariposa que descansaba en su bolsillo, la abrió y la hundió en la traquea y con un giro de muñeca hizo el agujero mas grande haciendo que la sangre cayera sobre el pecho y las manos de aquel que agonizaba sin poder pronunciar palabra, ya que había aprovechado para cortarle las cuerdas vocales.
Se puso frente a aquel hombre, y se sentó en el suelo mirando como se desangraba. Ladeo la cabeza, y sus ojos negros se quedaron fijos en la cara de aquel hombre, que seguía vivo aunque aterrorizado. El porque de que se hubiera mantenido tres días en esa misma posición era a causa de una droga que le había suministrado días antes en la comida y que en el primer día su efecto había sido inducirlo en un sueño sonámbulo y así le condujo al asiento donde ahora agonizaba.
Muy lentamente llevo la mano a la banda que le cubría la cara he introdujo el dedo índice entre la piel y la tela tirando de ella y dejando que aquel ser sin salvación viera la cara de la persona que lo había asesinado. Una sonrisa curvo sus labios hacia arriba, creando una escena más macabra, como un cuadro salido de una mente enferma.
- Tú – Los labios del hombre se movían sin pronunciar sonido, el aire se le escapaba de la traquea. Sus ojos se abrieron aun con mayor incredibilidad.
- Yo…Padre.
Al final el hombre exhaló su último aliento, y dejó caer la cabeza a un lado, con el asombro aun pintado en su rostro.